Imaginarte: Breve historia de una utopía

 


El teatro es un fenómeno efímero. No se puede retener entre las manos pues se crea encima de un escenario en un aquí, ahora y nunca más. Lo único que trasciende las barreras del tiempo es el recuerdo de ese acontecimiento cuando queda registrado en un soporte más duradero como lo es la escritura. Gracias a eso han llegado hasta nuestros días textos dramáticos escritos en los orígenes del tiempo; pero de las compañías que los llevaron a la escena no sabemos nada. Es por esto que ahora le dedico estas breves líneas al trabajo desarrollado en una de esas compañías dedicadas al fascinante arte del teatro.

 Era el año de 1991, y mientras en el ambiente internacional resonaban los ecos de la guerra del Golfo Pérsico, en la radio se escuchaba Wind of change de Scorpions, y Caló se colocaba en las listas de popularidad con Ponte atento, en una cochera del rumbo de Satélite, dos actores egresados del Colegio de Literatura Dramática y Teatro de la UNAM, decidimos hacer teatro para niños. No nos importó que, a principios de esa década, se creyera que el teatro para niños era solo para fracasados del teatro para adultos. Soñábamos con cambiar el mundo; estábamos convencidos que el teatro era el vehículo ideal para trascender estereotipos, y que los niños, eran el público ideal para valorar propuestas alternativas, que, a primera vista, parecían descabelladas. Así surgió Imaginarte.


Ya con un nombre y una idea en mente, creamos nuestro primer espectáculo: Cuentacuentos, combinando técnicas circenses, danza, papiroflexia, narración oral e interactividad con el público. El espectáculo no tenía una estructura dramática, no tenía un texto escrito, estaba basado en la improvisación, su estructura era más bien circense; era como un modelo para armar porque integraba números aislados que podían combinarse de distintas maneras para adaptarse a las cambiantes condiciones de espacio, duración y público que enfrenta un espectáculo itinerante. La versatilidad de Cuentacuentos nos permitió presentarnos en patios de escuelas, bibliotecas y hospitales durante nuestros primeros dos años. Pero no fue sino hasta nuestro segundo espectáculo: Cantacuentos, que incluimos por primera vez títeres y música original. El éxito de este espectáculo nos permitió pisar por primera vez un escenario teatral: el Foro del Dinosaurio del Museo Universitario del Chopo. A partir de ese momento, fuimos invitados regulares en ese recinto universitario.

Con nuestro tercer espectáculo: Recicla, ganamos el premio a la mejor obra de teatro para niños del Encuentro de los Amantes del Teatro del Instituto Internacional del Teatro/UNESCO. Con Recicla realizamos innumerables funciones en escuelas, bibliotecas públicas, plazas, parques, centros culturales, estadios deportivos y foros teatrales. También representamos a México en el Festival Internacional de Teatro Infantil (FITI) en El Salvador.


Nuestro cuarto espectáculo: El cuento del dragón, creado en 1998 nos permitió regresar al Museo Universitario del Chopo en repetidas temporadas, pero también, presentarnos en el teatro Ciudadela y el teatro Benito Juárez. Esta obra, marca el final de nuestra primera etapa, caracterizada por la búsqueda y la experimentación formal, trabajando con lo que teníamos a la mano y el escaso dinero de nuestros bolsillos.


Con Mictlán, la aventura de la vida, que se estrenó en el teatro Orientación en 1998, da inicio una segunda etapa que podríamos llamar Teatro mitológico, caracterizada por la creación de obras inspiradas en la rica mitología del México antiguo, en las que aprovechamos todo lo aprendido en los años anteriores: utilización de títeres, música original, interactividad y producciones ligeras y desarmables para viajar con facilidad. El elenco —originalmente un dueto— creció para transformarse en una compañía de seis actores estables. La mayoría de ellos habían sido mis alumnos en el Colegio de Literatura Dramática y Teatro de la UNAM y de la Escuela de Arte Teatral del INBA. A partir de esta experiencia, se hizo una costumbre trabajar solo con actores egresados de escuelas profesionales de teatro.


A Mictlán le siguieron entre otras: Lentes de lluvia (2001) y Coyolxauhqui (2003), obras que marcaron una etapa de madurez, y que nos abrieron la puerta a la internacionalización. Estas obras en sus versiones en inglés, español y francés respectivamente, viajaron al festival Day of the Dead en la Universidad de Harvard, Estados Unidos; al Festival Internacional de Teatro para Niños y Jóvenes en Bogotá, Colombia; al Festival Internacional de Teatro para Niños y Jóvenes en Montreal, Canadá; y al Festival Neápolis de Teatro para Niños y Jóvenes en Túnez, en el norte de África. 


Las técnicas circenses que habían nutrido el trabajo de la compañía en sus inicios fueron la base para crear Ilusiones de la vista y El tren del circo; en las cuales se combinaba el arte del payaso, monociclos, malabares, zancos, magia y acrobacia, con la participación del público. Estas dos producciones, al ser versátiles y vistosas, fueron muy adecuadas para los eventos masivos y se mantuvieron en repertorio durante muchos años.


A lo largo del tiempo nos han preguntado por qué regresamos a los mitos, cuando el mundo experimenta la innovación tecnológica y el futuro parece tan atractivo a la imaginación. Sin embargo, nos parece que las historias ancestrales encierran verdades profundas que conectan las preocupaciones humanas del pasado, con las preguntas e inquietudes del presente. Estamos convencidos que lo verdaderamente trascendental no pasa de moda, y tampoco puede comunicarse a través de un lenguaje directo y cotidiano; requiere de un lenguaje simbólico, como el de los mitos. Porque los mitos no son mentiras, sino historias sagradas que le dan sentido a la realidad.

 

Como compañía de teatro para niños tenemos la responsabilidad de decir cosas importantes, y hacer las preguntas adecuadas para que los niños de hoy puedan pensar sobre el mundo en el que viven. Pensamos que no es suficiente con reflejar la realidad en nuestras producciones, debemos ir más allá, pues el teatro es el espacio mágico en el cual la realidad pueda desarmarse para crear algo nuevo y diferente. Y para eso es necesaria la fantasía, la imaginación, la rebeldía. Como decía Aristóteles: "No es tarea del poeta decir las cosas como sucedieron, sino como pudieron o debieron haber sucedido."

 Y es que, ¿se puede hacer teatro para niños sin ser románticos e idealistas? Buscamos hacer un teatro honesto; hablar de las cosas que nos preocupan; fomentar la bondad, la curiosidad, y la convivencia entre generaciones. Y al final, una y otra vez, regresamos a los mitos. La sabiduría de las antiguas historias, nos sigue ayudando a entender el absurdo mundo en el que vivimos.

 


Las obras de la etapa de Teatro mitológico, fueron publicadas por el Instituto Mexiquense de Cultura en la colección Alcaraván de la Biblioteca Infantil del Estado de México en 2011. Y en vista de que esta edición se agotó rápidamente, una nueva edición en papel y libro electrónico ahora está disponible en las librerías de Amazon bajo el título de: Teatro Mexicano para Niños.


Desde su fundación en 1991, muchas personas maravillosas han colaborado con la compañía, aportando su talento, cariño y pasión hacia el teatro. Para todas ellas, mi más profundo agradecimiento. Ahora, una nueva etapa en la historia de esta utopía llamada Imaginarte, Teatro Mexicano para Niños parece vislumbrarse en el horizonte. ¿A dónde nos llevará? Solo el tiempo lo dirá. 

Por lo pronto, parece que esta historia continuará...

 


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