Importancia de la literatura dramática



     Hace algunos años - cuando aún daba clases en la UNAM - surgió la propuesta de quitarle al nombre de la carrera las palabras "literatura dramática" y dejarle sólo "teatro". Algunos alumnos me preguntaron si pensaba que esa era una buena idea y por supuesto les dije que no. En primer lugar, el Colegio de Literatura Dramática y Teatro es el único en todo el país que ostenta esas dos palabras en su nombre. Hay varias escuelas que ofertan carreras en Teatro, Actuación, Arte Dramático o sus combinaciones, pero sólo el Colegio incluye la literatura dramática. Esas dos palabras - que querían borrar de un plumazo - eran precisamente lo que les otorgaba su identidad, los hacía únicos y diferentes con respecto a todos los demás.

     En segundo lugar, tenemos algo no menos trascendente: es el Colegio de Literatura Dramática y Teatro de la UNAM el único que parece identificar en su nombre, el fenómeno como compuesto de dos realidades diferentes, porque la "y" que separa las dos primeras palabras de la tercera, marca claramente la diferencia entre ambos elementos. Es muy común que se confunda la literatura dramática con el teatro o que se piense que este último es sinónimo de la otra. De ahí que en las escuelas comúnmente se piense que se estudia la historia del "teatro" cuando en realidad lo que se estudia es  la obra literaria de autores como Esquilo, Sófocles, Eurípides, Aristófanes, Plauto, Terencio, Marlowe, Shakespeare, Lope, Tirso, Calderón, y tantos otros. De esta manera podemos observar que literatura dramática y teatro pueden estudiarse de manera independiente e incluso, pueden existir una sin la otra. El mismo Aristóteles ya marcaba la diferencia de ambos productos artísticos cuando dice que: "la tragedia tiene su mérito aun fuera del espectáculo y de los farsantes." (Aristóteles 1994: 42)
     Esto quiere decir que la literatura dramática es un producto artístico por sí mismo como cualquier artefacto literario y puede disfrutarse sin depender de una puesta en escena, es decir, que es el lector con su imaginación, quien hace su propia representación mental. En el mismo orden de ideas, podemos decir que si hoy conocemos las obras de grandes dramaturgos  es porque ellos hicieron literatura, y ésta sobrevivió el paso de los siglos porque se fijó en un soporte más duradero: la escritura. Por otro lado, el teatro es un acontecimiento efímero e irrepetible; sucede en un aquí, ahora y nunca más. Porque su  soporte es el cuerpo vivo y siempre mutable del actor; se escribe en el espacio escénico y se extingue poco después de haber sido creado. 
     Si bien, como hemos visto, la literatura dramática puede vivir sin el teatro, también éste puede existir sin aquella. La Comedia del Arte es tal vez el ejemplo más destacado de un teatro emancipado de la literatura dramática; de un teatro de actor, liberado de su dependencia del poeta dramático. De un teatro inmediato y popular conectado con los espectadores de su tiempo. Del mismo modo, hoy en día, en el imaginario colectivo del país está presente el teatro, pero rara vez se habla de la literatura dramática. Y es ahí donde se muestra la necesidad de estas dos palabras y el compromiso que tiene el Colegio de Literatura Dramática y Teatro de la UNAM como custodio y precursor de un patrimonio cultural y artístico invaluable.
     La literatura es un bien social, pero para ejercer su influjo y cumplir con su misión, debe ser publicada y leída. Lamentablemente en nuestro país se editan y leen muy  pocas obras de dramaturgos mexicanos. Esto nos empobrece cultural y económicamente, además de generar una dependencia de las creaciones dramáticas venidas de fuera y que normalmente no responden a nuestra realidad, necesidades y aspiraciones. Si la literatura dramática es un bien social que puede perdurar a través del tiempo, deberíamos impulsar su publicación, fomentar su lectura  y propiciar su estudio.

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