¿Una realidad melodramática?
Me parece que hay más de una manera de acercarnos a la realidad. Y lo
primero que tendríamos que hacer es salirnos de la caja en donde intentan
encerrarnos haciéndonos creer que solo hay dos posibilidades: estar con un
bando o con el otro; ser puros o impuros; patriotas o traidores; conservadores
o liberales. Esa caja en la que intentan encerrarnos se parece a un melodrama, que
es un mundo que solo existe en la ficción, donde los personajes buenos se
enfrentan a la maldad de los malos. Es también muy parecido a la lucha libre, versión deportiva
del melodrama, en la cual los luchadores técnicos se enfrentan a las
marrullerías de los rudos. Si los buenos ganan es gracias a su bondad a toda
prueba, pero si pierden, es debido a que son víctimas de las trampas de sus
enemigos. El mundo del melodrama, de la lucha libre y de las telenovelas es
divertido. Es decir, etimológicamente viene de "desviar la atención
de". ¿Y de qué desviamos la atención? De la realidad cotidiana y de sus
problemas. Visto de esta manera, esta “realidad melodramática” que nos
presentan por todos lados es muy parecida a la ficción literaria, y entonces, no
resulta tan descabellado analizar esa “realidad” desde la perspectiva de la
literatura.
Como uno de los siete géneros de la literatura dramática, el melodrama
se caracteriza por presentar el enfrentamiento entre individuos positivos y
negativos (los “buenos” contra los “malos”; las víctimas contra los victimarios);
utiliza un tono exaltado para provocar en el lector reacciones emocionales intensas
encaminadas a divertirnos y entretenernos. Tal vez por esto, el melodrama es uno
de los géneros que goza de mayor popularidad. Y más en Latinoamérica, donde las
telenovelas han sido de los productos televisivos de mayor consumo y exportación.
Así las cosas, no resulta extraño que algunos políticos utilicen un discurso “melodramático”
para intentar distorsionar la realidad e imponer una visión de los hechos a la
medida de sus ambiciones y necesidades. Lo sorprendente es que esta estrategia sigue
funcionando; porque, como toda ideología, es más efectiva mientras menos consiente
de ella estemos.
Pero cuando se nos revela la manipulación
melodramática de la realidad, su poder empieza a decaer. Por esto insisto en
que la literatura nos ofrece herramientas útiles de interpretación de la
realidad. Analizar textos literarios en general, y, como en este caso
específico, un género dramático en particular, nos revela los puntos de
contacto entre la realidad y la ficción. Nos muestra también que puede haber más
de una interpretación del texto, pero que no toda interpretación es válida
porque al final, la interpretación debe estar sustentada con pruebas. Eventualmente,
la lectura y el análisis literario desarrollan el pensamiento divergente, que
es aquel que genera ideas creativas mediante la exploración de muchas posibles
soluciones. Esta visión “enriquecida” nos permite entender que el “mundo melodramático”
no es real, solo existe en la imaginación; y una vez comprendido esto, podemos cuestionar
los mensajes que recibimos y entender que la realidad es mucho más compleja que
un mundo de “buenos” contra “malos”.
Para finalizar esta pequeña
reflexión debo confesar que me sorprende que tantas personas se resistan a
cuestionar sus posturas aun cuando éstas choquen con la realidad. Y aquí parece
indicado recordar lo escrito por Carl Sagan en su libro El mundo y sus demonios. La ciencia como una luz en la oscuridad:
Una de las lecciones más tristes de
la historia es ésta: si se está sometido a un engaño demasiado tiempo, se
tiende a rechazar cualquier prueba de que es un engaño. Encontrar la verdad
deja de interesarnos. El engaño nos ha engullido.
Simplemente, es demasiado doloroso reconocer, incluso ante nosotros mismos, que hemos caído en el engaño. En cuanto se da poder a un charlatán sobre uno mismo, casi nunca se puede recuperar
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