La elección de Edipo



Aunque las puertas estén cerradas,
la belleza puede entrar por la ventana.
Solo hay que dejarla pasar.

Muchas personas han visto estas semanas de confinamiento social como una desgracia; como un engaño; como un castigo del cielo; como un atentado contra su libertad de tránsito y del ejercicio de su actividad económica principal. Y es cierto que muchos puestos de trabajo, tanto en la economía formal como en la informal, se han perdido. También es cierto que casi a diario nos enteramos de gente cercana que pierde la vida como consecuencia directa o indirecta de esta situación. Pero, como dirían los budistas y los practicantes de la meditación, la situación por sí misma no es ni buena ni mala; simplemente es. Lo que la convierte en algo trágico es nuestra resistencia para aceptar lo inevitable.

Algunos estudiosos del arte dramático hablan del héroe trágico como un personaje rebelde, aquel que lucha contra el destino. Y el concepto del destino en la teoría dramática tiene que ver justamente con lo inevitable, lo inexorable, lo ineludible y fatal. Edipo sabe por medio del oráculo que su destino es matar a su padre y casarse con su madre. ¿Puede escapar a esto? Pues tanto el mito como el texto dramático nos dicen que no. Pero, aun así, Edipo no es un títere del destino. ¡Ah caray! ¿Cómo es esto? Sé que parece una contradicción, pero no lo es. Ante la revelación de su destino, Edipo sí tiene una elección a su alcance. Y es esta elección, la que lo distingue como un personaje trágico.

Pero no nos confundamos. La elección de Edipo no tiene que ver con cambiar su destino. Como ya lo habíamos mencionado antes, el destino es inexorable; no se puede cambiar. Entonces, su libertad para elegir radica única y exclusivamente en una cosa: aceptar o resistirse a su destino. Y a partir de esta decisión tenemos dos maneras de ver la vida: la trágica, y aquella que podríamos llamar anti trágica. Mientras la primera lleva al personaje en una carrera de sufrimiento creciente hacia la destrucción, la segunda lo conduce por el camino de la sublimación. Es decir, ¿puede Edipo evitar su destino? No. Pero lo que sí puede evitar, es el sufrimiento que le produce su resistencia al destino. Pero, claro, si Edipo hiciera esto, dejaría de ser un personaje trágico, el más logrado ejemplo de la tragedia griega, y su función como un modelo didáctico se perdería.

Entonces, para nuestra fortuna, Edipo se resiste al destino para que nosotros aprendamos de su ejemplo y tengamos la oportunidad de evitar sus errores. La gran lección que nos da la historia de Edipo es clara y simple: resistir lo inevitable nos trae sufrimiento. Y es que las grandes historias, como la de Edipo, nos ayudan a comprender la realidad sin importar cuándo fueron escritas o contadas. Son como un simulador de experiencias que nos ofrece un precedente que podemos usar cuando enfrentamos situaciones parecidas en la vida real. Porque cada día enfrentamos situaciones que escapan a nuestro control: si el día amanece nublado, cálido, seco o con un frío polar; si hay un bloqueo que genera un retraso en nuestro camino; si el tipo de cambio en las divisas sube o baja; o si se declara una pandemia a nivel mundial que altera la vida cotidiana de toda la sociedad, poco podemos hacer al respecto. Y si bien, algunas de estas situaciones nos pueden favorecer, otras por el contrario nos son adversas.

No pudimos decidir si queríamos vivir en tiempos de la pandemia, así como tampoco nuestros abuelos decidieron vivir en tiempos de la Segunda Guerra Mundial, o, los suyos, vivir durante la Revolución Mexicana. En realidad, nadie elige en qué tiempo vive. Este es el tiempo que nos tocó; un tiempo extraño de alejamiento social, enfermedad y miedo. Sin embargo, lo que sí podemos elegir es qué hacer durante estas semanas de permanencia en casa. El gran valor didáctico de los personajes trágicos como Edipo, está en que ellos toman decisiones, y estas decisiones tienen consecuencias para el personaje. La tragedia griega es un sistema perfecto de causa y efecto; de fuerzas que se mueven en la búsqueda del orden perdido. Y de alguna manera, la tragedia griega parecería anticipar la tercera ley de Newton en el sentido que: “A toda acción corresponde una reacción...”. Porque todo en la tragedia está diseñado para evidenciar que cada decisión tiene consecuencias.

Así las cosas, los personajes de las tragedias son entes de ficción que se transforman en modelos ejemplares, porque al ejercer su libre albedrío, toman la decisión de resistir lo inevitable. Esta decisión les lleva a sufrir hasta su destrucción. De igual manera, nosotros podemos resistirnos y padecer el encierro, o aceptarlo. Eventualmente, si optamos por aceptarlo, se abren una serie de posibilidades. Porque, si bien, las restricciones sanitarias han alterado gran parte de nuestras actividades cotidianas, también es cierto que, de repente, tenemos a nuestra disposición una gran cantidad de tiempo. Y sería decisión de cada quien, qué hacer con el tiempo que le ha sido dado.


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