Exploradores
En
los inicios del siglo XIX irrumpe en la escena artística y social de toda
Europa un movimiento diverso y heterogéneo que reacciona contra las leyes del
clasicismo, las unidades aristotélicas y reivindica la individualidad y la
libertad creativa: el Romanticismo. El espíritu humano tiende a lo absoluto y
de la imposibilidad de alcanzarlo, se llega al pesimismo, la melancolía, la
desesperación y la evasión en el tiempo que condujo a la rehabilitación y
glorificación de la Edad Media.
También
las culturas antiguas y misteriosas son un foco de atención del imaginario romántico.
De ahí el gran interés que surge por los misterios de Egipto y las culturas
perdidas de América, principalmente los mayas. Este apetito por la aventura, la
exploración y el descubrimiento de los espíritus románticos, se plasma en el
surgimiento de una figura paradigmática: el explorador.
Aunque
podemos rastrear antecedentes del explorador en textos tan antiguos como la Odisea (S. VIII a.C.); El Quijote (1605); Robinson Crusoe (1719) y Los
Viajes de Gulliver (1726), en todos ellos, los protagonistas son viajeros
más que exploradores y no es sino hasta el siglo XIX que la visión de una civilización
perdida en medio de la selva virgen llega a Europa gracias a la figura del
explorador norteamericano John Lloyd Stephens y del dibujante inglés Frederick
Catherwood quienes influyeron de manera decisiva en la construcción del
exotismo del nuevo mundo.
Las
fantásticas descripciones de Stephens cobraron una fuerza insospechada a lado
de las magníficas litografías de Catherwood. Entre 1837 y 1843 publican cuatro
libros sobre sus viajes entre los que destacan: Incidentes de viaje en América Central, Chiapas y Yucatán, (1841) y los dos volúmenes de Incidentes de
viaje en Yucatán, (1843).
La
figura del explorador que representa la audacia, el individualismo, el genio y
la libertad, se integra fácilmente en el modelo del héroe romántico junto a figuras
como la del pirata (Sandokan
publicada en 1883), el delincuente y los personajes marginales.
Así que si te
gustan las aventuras en tierras extrañas, misteriosas y desconocidas tal vez
tengas un espíritu romántico. En ese caso, no pierdas la oportunidad de leer Robinson Crusoe de Daniel de Foe; Los viajes de Gulliver de Jonathan Swift;
Sandokán de Emilio Salgari o Incidentes de viaje en Yucatán de
Stephens.
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