¡Me robaron una hora!
Es
domingo. Mientras mi esposa se levanta y entra al baño, yo recuerdo que hoy
empieza el horario de verano. Me levanto, adelanto el reloj una hora y regreso
a la cama. Un momento después sale mi esposa del baño, mira el reloj y grita:
“¡Me robaron una hora!” La observo. Su expresión refleja despojo y frustración;
sensaciones que comparte buena parte de la población de nuestro país con el
cambio de horario. Pero, ¿de dónde surge esta idea?
Parece ser
que fue Benjamín Franklin en 1784 el primero en sugerir algunas medidas para el
ahorro de energía que involucraban entre otras, tocar las campanas de las
iglesias para hacer que toda la gente se levantara al amanecer. Sin embargo,
nunca propuso específicamente cambiar el horario. Posteriormente, una mañana de
verano de 1905, el inglés William Willett, se dio cuenta que muchos londinense
desperdiciaban la mejor parte del día durmiendo cuando podían aprovechar las
horas de sol y en 1907 publicó su propuesta de cambio de horario. Pasaron nueve años antes de que su idea se
implementara en Alemania. En los años siguientes fue adoptada por varios países
europeos y en 1918 le siguieron los Estados Unidos. México esperó hasta el
verano de 1996 para unirse a esta idea.
Mientras
mi esposa se acurruca otra vez en la cama para intentar aprovechar al máximo el
tiempo de descanso que le queda, vienen a mi mente los hombres grises, seres de
oscuras intenciones que roban el tiempo a la gente. Publicada por primera vez en 1973, Momo o la extraña historia de los ladrones
del tiempo y de la niña que devolvió el tiempo a los hombres, del escritor
alemán Michael Ende es una emocionante metáfora de las relaciones entre adultos
y niños en los tiempos modernos.
Considerada
desde su publicación como literatura infantil, parece estar realmente dirigida
hacia los adultos enredados en citas, trabajo y compromisos inaplazables y cuya
frase más recurrente parece ser: “No tengo tiempo.”
Momo es
una pequeña niña que tiene una virtud que parece estar en peligro de extinción:
sabe escuchar a los demás. Esta virtud que es cada vez menos frecuente en
nuestro mundo globalizado, le gana muchos amigos, pero también el odio de los
hombres grises, los ladrones del tiempo quienes están dispuestos a todo con tal
de acabar con ella.
Si alguna
vez has sentido que no tienes tiempo
para nada, quien sabe, tal vez recibiste la visita de uno de los ladrones del
tiempo. ¿Quieres saber cómo derrotarlo? Entonces te invito a leer Momo de Michael Ende.
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Nos han robado el tiempo, sabe Maestro, alguna vez leí en algún post de facebook: "Si trabajas por obligación, es estresante; si trabajamos por gusto, es apasionante". el tiempo que dediquemos a lo que hacemos debe apasionarnos para que los no les sirva en absoluto a los hombres grises. Saludos
ResponderEliminar¡Muy cierto! Gracias por tu comentario.
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