El nombre de la rosa o un detective en la Edad Media
“A
partir de los Vedas y de las Biblias hemos acogido la noción de libros
sagrados. En cierto modo, todo libro lo es. En las páginas iniciales del
Quijote, Cervantes dejó escrito que solía recoger y leer cualquier pedazo de
papel impreso que encontraba en la calle. Cualquier papel que encierra una
palabra es un mensaje que un espíritu humano manda a otro espíritu. Ahora, como
siempre, el inestable y precioso mundo puede perderse. Sólo el libro puede salvarlo.”
Jorge
Luis Borges escribe estas líneas mostrando su profundo amor por los libros, un
amor que comparte Umberto Eco y que lo lleva a desarrollar una apasionada y
brillante novela sobre la custodia y conservación de un enigmático libro en la
biblioteca de una abadía perdida en las montañas. Este libro antiguo, raro y
tan especial que hay gente dispuesta a matar por él, se convierte en el móvil
de una serie de muertes que los monjes de la abadía atribuyen al demonio.
Umberto
Eco, escritor y semiólogo italiano utiliza como modelo al célebre autor
argentino Jorge Luis Borges para construir al torvo bibliotecario Jorge de
Burgos en una novela plagada de intertextualidades (concepto acuñado por Julia
Kristeva en 1967 que se refieren al conjunto de relaciones que acercan un texto
determinado a otros textos generalmente de otros autores).
Es
la Edad Media ,
una época en la que el temor a Dios guía las acciones de toda la sociedad y
donde el fanatismo religioso es la ley. En esta época de “oscurantismo” se sitúa
la novela El nombre de la rosa. El
narrador es el compañero del protagonista y testigo presencial de la aventura:
Adso de Melk, quien al igual que el doctor Watson en Las Aventuras de Sherlock Holmes, acompaña al fraile Guillermo de
Baskerville quien debe resolver una serie de crímenes utilizando el
razonamiento lógico deductivo.
El
escenario que parece esconder la respuesta a todos los misterios y en el que se
desarrollan los momentos climáticos de la novela, es la biblioteca de la
abadía. Un espacio real, pero a la vez simbólico que el autor presenta como un
universo laberíntico diseñado para ocultar, confundir y atrapar a los profanos.
La biblioteca en la Edad
Media es el refugio donde se custodia la cultura cristiana y
algunos vestigios de la cultura clásica. La curiosidad intelectual está vista
como algo peligroso, demoniaco y los libros, como un delicado tesoro que se
debe mantener bajo llave.
El
protagonista, Guillermo de Baskerville (con claras influencias del personaje de
Sir Arthur Conan Doyle: Sherlock Holmes) se ve inmerso en una carrera contra el
tiempo en la que está en juego su posición en la orden franciscana, su oscuro
pasado como inquisidor y principalmente su vida, todo para resolver los
crímenes y descubrir al asesino.
El nombre de la rosa
es una apasionante novela de misterio, plagada de intertextualidad que le da a
la obra múltiples niveles de lectura pero sobre todo, que mantiene al lector
interesado hasta la última página.
Y si te interesa
el tema del destino de los libros, te recomiendo Fahrenheit 451 del escritor norteamericano Ray Bradbury. ¿Imaginas
un futuro en el cual los bomberos no se dedican a apagar incendios, sino a
provocarlos para quemar todo libro que quede a su alcance?
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