El grito
La madrugada del 16 de
septiembre de 1810, el cura de Dolores: Miguel Hidalgo y Costilla, hace sonar
la campana de la parroquia llamando a sus feligreses a misa. Pero esa madrugada
no era como otras. Ese llamado a misa era diferente. El ritual al que había
sido convocada la gente no era el ritual católico en el que tradicionalmente
participaba. Ese acto, en el que se mezclaban el fervor religioso y la
indignación social, lo sagrado y lo profano, transformaría por completo la
realidad de lo que ahora conocemos como México y llevaría este acontecimiento a
los linderos del mito y la teatralidad.
En principio, me
refiero al mito en la acepción que le da Mircea Eliade, donde es “el relato de
lo que los dioses o seres divinos hicieron al principio del Tiempo.” In illo tempore. Y lo que se narra es
siempre una creación o en palabras de Alfredo López Austin, una incoación,
donde algo viene a ser, a existir.
Puede parecer
disparatado hablar de un acontecimiento histórico como el grito de Dolores en
términos que se adaptan mejor a la teoría e historia de las religiones. Pero si
observamos con atención, podemos encontrar los elementos de sacralidad que por
muchos años han sido pasados por alto y que desde mi punto de vista, dotan a
este hecho de una importancia trascendental que no tienen otros hechos de la
historia nacional.
I.
DE LA CONSTRUCCIÓN DE
UN MITO
Para empezar, la
acción no se desarrolla en una plaza pública, en un espacio legislativo o
cualquier otro espacio donde la vida transcurra de manera cotidiana o profana.
El llamado lo hace Hidalgo en la parroquia del pueblo; el espacio sagrado por
excelencia; el lugar donde la continuidad del mundo profano se rompe, se
interrumpe, para dar paso a otro espacio.
Un lugar donde confluyen las fuerzas divinas. Donde se manifiesta más que en
cualquier otro espacio, la irrupción de lo sagrado en el mundo. El templo-parroquia
funciona como la gran puerta, el umbral hacia el mundo sobrenatural que permite
la comunicación y el tránsito entre dos mundos: el sagrado y el profano, el de
los hombres y el de la divinidad.
El mismo templo
católico, por su concepción arquitectónica vertical, invita a la trascendencia.
El cura Hidalgo realiza su arenga en el atrio de la parroquia. En este espacio
de entrada al mundo mágico, en el límite del mundo profano. Enmarcado por esta
enorme construcción vertical en donde todo apunta hacia el cielo. En el centro,
una representación tallada en piedra de la cosmovisión católica barroca con
ángeles y santos, que desde la perspectiva de la gente convocada, enmarcan la
figura de Hidalgo, lo acogen. Y el cura pasa a formar parte de esa composición
religiosa. A ambos lados, las altas
torres del campanario irguiéndose hacia el cielo. Convirtiendo ese lugar en un Axis Mundi, un eje del mundo, donde la
figura de Hidalgo puede transitar entre el cielo, la tierra y el inframundo.
La fuerza simbólica
del espacio, parece determinante en la dirección y contundencia que tuvieron
los hechos de aquella madrugada en Dolores. Y no es difícil imaginar que el
llamado del cura, significó una experiencia sobrecogedora. Ante aquella
comunidad, su guía espiritual estaba parado en un Axis Mundi. Dotado de una fuerza divina para guiar a su
congregación y abrirles el acceso hacia el cielo. Aun cuando aceptáramos que la utilización de
ese espacio haya sido sólo producto de la precipitación, la urgencia ante el
peligro inminente o el azar, el espacio generó las mejores condiciones para el
inicio de la lucha armada.
Por otro lado, los
mitos cosmogónicos se sitúan siempre antes del inicio del tiempo, o tal vez
debería decir, en otro tiempo. El
tiempo nebuloso de los dioses y de los héroes fundadores. Es común encontrar en
ese momento la ausencia de luz, oscuridad y falta de claridad. El 16 de septiembre de 1810 cuando la campana
de la parroquia llamó a la comunidad a reunirse, eran las cinco de la
madrugada. Aún las tinieblas cubrían con su manto de oscuridad el poblado de
Dolores. Aún el pueblo y todo el territorio estaban sujetos a la corona española
(que en ese momento estaba sujeta a Francia). Aún no amanecía. Por lo que la figura del cura
alumbrado quizás por algunas antorchas, cobraba un alto dramatismo similar al
del chamán que danza en la noche a la trepidante luz de la hoguera. El momento
en el que suceden los hechos, predispone a la gente a enfrentarse a algo
tremendo. La oscuridad y la noche son el reino de lo sobrenatural, lo fabuloso,
las brujas y los aparecidos. Es el momento en el que los demonios del
inconsciente colectivo salen a cebarse en las sombras. Por lo que la percepción
de la gente reunida en el atrio de Dolores seguramente estaba alterada también
por esta ausencia de luz, metáfora del momento histórico que vivían.
Así mismo, el sonido
que rompe el silencio e inunda con su voz metálica el ambiente, es el tañer de
la campana, identificado por la comunidad como un instrumento sacro que marca que
han sido convocados para un asunto ritual. La campana, como la voz de Dios, legitima a su representante
en la tierra para comunicar su mensaje, su palabra, su voluntad. Y aunque en
aquella fecha, la convocatoria parece responder a cuestiones más mundanas,
sigue enmarcada por una fuerte carga ritual donde el espacio, el tiempo y el
sonido de lo que podríamos llamar el instrumento convocante, todos pertenecen
al mundo de lo sagrado. El efecto se refuerza con el estandarte elegido por el
cura para abanderar su causa: La imagen de la Virgen de Guadalupe.
La Virgen de Guadalupe
representa la manifestación sincrética de la diosa de la tierra Tonantzin-
Coatlicue, con una advocación de la Virgen María. Así, Hidalgo armado con el
estandarte de la Virgen
de Guadalupe, la Virgen Morena ,
representa una hierofanía. A un
tiempo, el sincretismo entre dos visiones culturales diferentes: una deidad
cristiana y otra indígena; pero también, la dualidad masculina - representada
por Hidalgo – y femenina – representada por la Virgen - como la unión del
cielo y la tierra que en conjunto se lanzan a reordenar el mundo.
Entonces, aquellos que
asistieron al llamado, seguramente católicos creyentes, vieron en la figura de
Hidalgo al guía espiritual y al intermediario de la voluntad de Dios. No a un
hombre común, un político o un rebelde. Por eso, lo que sucedió aquella
madrugada ante sus ojos, tuvo más relación con una revelación sagrada que con
cualquier otra cosa. Todos estos elementos, corresponden con las
características y funciones del mito. Narran las profundas, dramáticas y en
muchos casos, violentas irrupciones de la divinidad en el mundo transformando
la realidad y creando algo nuevo. La acción realizada por el cura es un hecho
fundacional que al igual que los mitos cosmogónicos genera una nueva realidad,
origen de una nueva nación: México.
II.
RITO Y TEATRALIDAD
Pero aún nos falta reflexionar
sobre el protagonista de este hecho. ¿Es casual que el encargado de comunicar
el mensaje de la rebelión sea un sacerdote? ¿Habría tenido el mismo impacto si
el Grito lo hubiera dado Allende o Aldama
que también estaban presentes en el lugar? Hay que recordar que intentos
anteriores de rebelión contra el orden colonial habían fracasado rotundamente.
La sociedad
novohispana del siglo XIX tenía profundas raíces de espiritualidad religiosa.
Por un lado, la herencia indígena con un numeroso panteón de deidades y un
complejo calendario de fiestas y rituales religiosos. Por el otro, la herencia
católica española que no le quedaba a la saga en lo que a fervor religioso se
refiere. La conjunción de ambas culturas había creado un catolicismo muy
particular y una sociedad en la que la religión era parte fundamental de la
vida.
Por eso, la
participación de Miguel Hidalgo y Costilla en ese momento culminante de la
historia es determinante. Es él al que el pueblo reconoce como el intermediario
de Dios en su comunidad, como sacerdote, hombre religioso y Padre. Tiene la autoridad moral y la
confianza de su pueblo. Y en ese momento, comienza a perfilarse como un modelo
ejemplar. Con su fusilamiento, muere el hombre y nace el héroe cultural: el Padre de la Patria.
Aquel que al igual que
las deidades de la antigua cultura mexica, se sacrifica, ofrece su sangre, para
darle vida a una nueva nación.
Con el paso del
tiempo, la celebración del Grito de
Independencia, se fija como un ritual de reactualización del mito de creación
de nuestro país. Restablece, en momentos de crisis, el orden y funciona como
piedra angular de identidad y cohesión. El encargado de dar el Grito de Independencia responde a un
protocolo establecido por la tradición. Su comportamiento, no es espontáneo ni
azaroso ya que representa al modelo
ejemplar, al héroe: al cura Hidalgo.
Encarna una serie de valores que ha ido absorbiendo del insconciente colectivo a
lo largo del tiempo y que en la actualidad lo dotan de una gran teatralidad.
En ese sentido,
funciona como las Imágenes del dios entre
los antiguos mexicanos. Estas Imágenes,
eran generalmente prisioneros de guerra que durante las distintas fiestas del
calendario mexica representaban a la deidad en cuestión, aprendían el tipo de
comportamiento y algunos hasta habilidades especiales (como tocar la flauta
para los que representaban a Tezcatlipoca en las festividades del mes Toxcatl).
Aprendían danzas, cantos y se comportaban de una manera que nos recuerdan el
trabajo del actor en una representación teatral. Si tuviéramos que clasificar
ese tipo de actuación o
comportamiento representacional, nos marcaría fuertes diferencias con los
estilos de actuación formal y vivencial, más conocidos en el mundo del teatro
occidental. De este tipo de actuación al
que podríamos llamar Ritual podemos
destacar lo siguiente:
a) El actor no se identifica con el
personaje, se asume como investido de su energía.
b) El personaje no es una creación
individual sino que reacciona de acuerdo a un modelo establecido por la
tradición.
c) El actor es el intermediario entre
lo sagrado y la comunidad.
Así, el comportamiento
en el Grito de Independencia, parece la
representación de un mito que ha dado paso a un rito oficial en el que el depositario
del poder político profano (el presidente de la república) hace uso de las
reliquias sagradas (la campana de Dolores) y se apropia de la figura mítica del
héroe para intentar conectarse con el pensamiento mágico de su pueblo como lo
hiciera Hidalgo en el principio de los tiempos.
¿Con qué propósito?
La intención política
ha cambiado a lo largo del tiempo, pero en lo profundo, como lo dice Mircea
Eliade, al rememorar y reactualizar un hecho fundacional, la comunidad:
"Es capaz de repetir lo que los
Dioses, los Héroes o los Antepasados hicieron ab origine. Conocer los mitos es aprender el secreto del origen de
las cosas. En otros términos: se aprende no sólo cómo las cosas han llegado a
la existencia, sino también dónde encontrarlas y cómo hacerlas reaparecer
cuando desaparecen."
Excelente reflexión maestro, añadiría que no hay que descuidar que esos mismos elementos que mencionas:
ResponderEliminar"a) El actor no se identifica con el personaje, se asume como investido de su energía.
b) El personaje no es una creación individual sino que reacciona de acuerdo a un modelo establecido por la tradición.
c) El actor es el intermediario entre lo sagrado y la comunidad."
Son los que dan origen al teatro griego con Tespis pero que están presentes en el origen de otras representaciones teatrales como en los egipcios y en general todas las otras tradiciones teatrales que no se volvieron hegemónicas, a final de cuentas el origen del teatro en todo el mundo es de caracter ritual. con mucho gusto comparto tu análisis en MANZAHNOS Y AMIGOS. Ojalá mucha gente lo lea.