El sembrador de discordias
Candado
sin llave. Puerta que se cierra. Pluma sin tinta… ¡Mierda! ¡No puedo escribir! Estoy
amarrado a mi silla. Estas correas me lastiman las muñecas, están tan apretadas
que empiezo a perder la sensibilidad de los dedos. Las ataduras son ásperas y
duras, me rozan la piel cada vez que las muevo, ¡y tengo frío! ¡Me duelen los
huesos! Me siento cansado; duelen las ideas. Se agolpan en mi cerebro, pero no
puedo ordenarlas. Es como si me hubieran exprimido la cabeza para extraer jugo
de sesos. ¿Por qué vivir es tan difícil? Me abandono al dolor; y el dolor me
hace sensible de lo que está a mi alrededor. El dolor me despierta. ¡Mierda! Empiezo
a abrir los ojos. ¿Los tenía cerrados? ¡Puedo ver la luz! Solo un instante de
revelación. Pero no es suficiente. No se acaba de estructurar en mi cerebro
porque algo se interpone y me nubla la vista, me tapa los ojos, no me deja ver.
Algo viene a mi mente, me susurra al oído:
-No importa el dolor, sigue adelante. La historia es necesaria. -¿Por qué e…
-No importa el dolor, sigue adelante. La historia es necesaria. -¿Por qué e…