Colusión y teatro escolar

    

     El pasado fin de semana asistí a la representación de La casa de Bernarda Alba en el teatro del Congreso del Trabajo, lo cual me hizo reflexionar sobre las prácticas generalizadas en el teatro escolar porque,   aun cuando el teatro - inventado por los griegos alrededor del siglo VI antes de Cristo - se ha desarrollado y madurado por más de 2700 años, el teatro para niños apenas empieza a conformarse a mediados del siglo pasado, y el de jóvenes, es aún más reciente. Quizás la instancia que más ha colaborado en el estudio, reflexión y desarrollo del teatro para estos públicos específicos sea la ASSITEJ (Asociación Internacional de Teatro para la Infancia y la Juventud) dependiente del Instituto Internacional del Teatro de la UNESCO, y fundada en 1965. Y si la creación de este organismo internacional nos parece tardía, aún tienen que pasar otros 20 años para que se abra un centro ASSITEJ en nuestro país. Esta relativa juventud quizás pueda explicar la ausencia de parámetros claros que permitan identificar cuando un texto dramático o una puesta en escena son apropiados para estos públicos. Y si bien, no todo el teatro para niños y jóvenes es teatro escolar, podemos decir que todo el teatro escolar debería ser teatro para niños y/o jóvenes, ya que son éstos, los que se encuentran en la etapa escolar. Un capítulo aparte englobaría al teatro universitario y no lo consideraremos en este momento. Así las cosas, entendemos por teatro escolar el que abarca a alumnos desde los 4 y hasta los 17 años.

     Si bien, como puede observarse por el rango tan amplio de edades que abarca, el teatro escolar parecería ser muy diverso, éste tiene dos elementos básicos que lo unifican: 1) Como su nombre lo dice, sus temáticas y formatos deben guardar una estrecha relación con los contenidos programáticos vistos en clase, funcionando como un medio didáctico más en la formación de los estudiantes; y 2) abarca a personas en formación cuyos cerebros aún no han alcanzado su plena madurez (de acuerdo a estudios realizados, en las mujeres esto sucede alrededor de los 22 años y en los hombres se alarga hasta los 26) por lo que requieren especial cuidado en los formatos presentados. En todo caso, no basta que los protagonistas sean niños o jóvenes para que la obra pueda ser considerada apropiada para ellos, debe guardar una estrecha relación con su madurez, intereses y necesidades.

     En todo caso, el teatro para niños y jóvenes puede perseguir otros objetivos más amplios y diversos, pero el teatro escolar es mucho más específico. Si la obra no está relacionada con los temas vistos en el aula y no está presentada de una manera que promueva la formación humana, social y estética del alumno; si promueve la aceptación pasiva de la realidad, en lugar de ser esa "caja mágica" que les permita ensayar mundos posibles para mejorarla, difícilmente podremos considerar tal puesta en escena como teatro escolar. Porque si todo el teatro es didáctico por naturaleza, el teatro escolar guarda una relación especialmente cercana con la educación; siendo deseable que promueva la construcción de hábitos y prácticas que mejoren al individuo y a la sociedad, formando personas tolerantes a la frustración, respetuosas de la diversidad y responsables del rol que juegan en el buen funcionamiento de su entorno. Finalmente, el teatro escolar forma el público que eventualmente sostendrá la actividad escénica profesional.




     Una vez expuestas estas ideas en torno al teatro escolar, es pertinente regresar a la puesta en escena que motivó esta reflexión. La casa de Bernarda Alba, el musical es una adaptación "muy" libre de Alexandro Celia, quien se presenta como "hombre de teatro", pero en su perfil de internet, no menciona ninguna preparación específica en esta disciplina artística. La única mención a una formación profesional es en el área del periodismo. Lo cual equivale a que un dentista se dedique a hacer operaciones de corazón, o a que un psicólogo atienda una fractura de brazo. Entonces, si un abogado necesita una cédula profesional y haber pasado por una escuela de leyes para poder litigar, ¿por qué seguimos pensando que cualquiera puede presentarse como dramaturgo, actor o director de una puesta en escena profesional, sólo guiado por su intuición? La realidad es que las distintas actividades involucradas en el teatro, requieren estudio, trabajo y disciplina como cualquier profesión. No es gratuito que las licenciaturas en teatro o actuación tengan una duración de cuatro años como una ingeniería, o una carrera de leyes. Por todo esto, no es sorprendente que el responsable de la puesta en escena decida "adaptar libremente" la obra de García Lorca y nos presente una versión degradada que nos remite al show de Francis (que en paz descanse, y que fue precursor en nuestro país de los espectáculos travestis), pero sin la producción y cuidado que este artista de la transformación presentaba. Los actores abusan de la morcilla y se dedican durante varios minutos a alburear a los jóvenes como si en lugar de teatro, estuviéramos viendo al payaso Platanito.



     Así, el efecto grotesco está presente desde los primeros segundos, cuando el director, sin una justificación escénica coherente, viste a hombres para representar a todos los personajes femeninos. Es cierto que en tradiciones escénicas como el teatro griego, el isabelino, el Kabuki y la Ópera de Pekín, ésta era una práctica común que respondía a criterios y prejuicios de género propios de la época, pero aún así, sobre todo en las tradiciones orientales, los actores realizaban un trabajo de construcción de personaje altamente estilizado, cosa que está del todo ausente en la obra que nos ocupa. No hay ningún tipo de trabajo que intente mimetizar la imagen femenina. Los actores hablan y se comportan como el estereotipo de la "vestida" que hace bromas propias de la comunidad gay  buscando la risa fácil. De esta forma, lo que sucede sobre el escenario se vuelve un espectáculo lamentable y degradante que lejos de promover la tolerancia y el respeto a la diversidad sexual, refuerza los estereotipos que la ridiculizan y que atentan contra la dignidad de las personas. En suma, si bien esta obra seguramente funciona en algunos contextos específicos (teatro para la comunidad gay, cabaret, etc.), carece de los valores estéticos y didácticos para catalogarse como teatro escolar apropiado para un público juvenil. Entonces,   ¿por qué los profesores llevan y recomiendan esta obra a sus alumnos de secundaria y bachillerato? La única explicación que puedo encontrar es que los mueve el beneficio económico personal, porque en este modelo de negocio, el profesor recibe un porcentaje del precio del boleto por cada alumno que lleve a taquilla.


     De esta manera, el responsable directo de mandar a los alumnos a ver el espectáculo equivocado, es un profesor con pocos escrúpulos o una profunda ignorancia. Estas malas practicas, realizadas por inconsciencia, ignorancia o pocos escrúpulos, generan un gran daño a la sociedad, al teatro en su conjunto y en específico, al teatro escolar. Hacer teatro implica una gran responsabilidad en el manejo de formatos y contenidos, pero hacer teatro escolar conlleva una responsabilidad mucho mayor, porque como lo mencionamos antes, estamos frente a un público altamente receptivo y vulnerable. Ese día salí a media función a reclamar a taquilla que me reembolsaran mi entrada. Ahí me dijeron que nadie más se había quejado del espectáculo. Y lo más triste del caso, es que no es sorprendente que en un país como el nuestro, donde menos de la mitad de la población ha asistido alguna vez al teatro, la gente no sepa distinguir entre un buen espectáculo y uno malo. Probablemente ahí es donde tenemos que trabajar. La educación tiene una gran deuda pendiente con este país. Es cierto que necesitamos mejores profesores en general, pero en nuestra disciplina, el teatro, el hueco no es menor. Hacen falta profesores de teatro en todos los niveles educativos. Profesores éticos y bien preparados que formen a espectadores críticos capaces de distinguir entre la basura y una experiencia escénica liberadora y estimulante que los enriquezca. Y en este sentido, no puedo estar más de acuerdo con Lenora Inez Brown cuando dice: "Siempre he creído que la religión y el teatro tienen un efecto casi intercambiable sobre el alma. Cuando una obra de teatro o producción funciona, y me refiero a que realmente funciona, el espíritu de uno se eleva y todo lo que es confuso parece más claro. Llámalo cliché, pero la experiencia del gran teatro es religiosa. Los personajes te hablan - hasta la parte más profunda de tu alma - y de alguna manera las palabras hacen que sea más fácil enfrentar los problemas de la vida y apreciar los momentos felices más profundamente ". (Lenora Inez Brown. "Writing Religión: Is God a Character in Your Plays?" American theatre 17:9 November 2000: 29)

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Comentarios

  1. Completamente de acuerdo, actualmente poca gente sabe diferenciar entre un buen espectáculo y una basura. Si en las películas existen clasificaciones. ¿Que hay del teatro? Lo peor es que muchos creen que es buena la risa fácil y eso también es basura.

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  2. Tienes razón en tu postura de no cualquiera puede hacer teatro, sin embargo esto tiene dos verdades posibles. Acordémonos que las grandes vanguardias se dan por parte de gente que llega al teatro desde otras latitudes, Kantor es un ejemplo. Lo problemático del teatro escolar, a mi manera de ver las cosas está sí, como dices en la programación de estas, qué es lo que aceptamos como una buena obra de teatro. Y aquí el análisis deberá ser profundo, puesto que habla de quienes son los curadores y cuáles son los criterios para su desicion. Si una búsqueda de presentar altas muestras plásticas de la escena, si se busca que sean trabajos dramaturgicos de reconocimiento, teatro de insole social. No me alargó ni profundizó porque este no es un buen sitio para ello. Desgraciadamente la interpretación de la palabra involucra el propio discurso del lector.

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  3. Gracias por participar en este diálogo. Es cierto, el tema da para mucho más. En todo caso, no es mi intención negar que han existido "advenedizos" como Alfred Jarry, que han revolucionado el teatro de su tiempo, pero esto ha sido más la excepción que la regla. En general pienso que da mejores resultados la formación sistematizada y el oficio, que la improvisación y el simple entusiasmo.
    Saludos cordiales.

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