Género y drama

  
     En esta semana, cientos de miles de mujeres en diversas ciudades del mundo, se movilizaron para protestar - más que celebrar - por el Día Internacional de la Mujer. Y como colofón de los discursos que denuncian la inequidad y la falta de respeto a su dignidad, nos llega como un golpe en lo más íntimo de nuestra conciencia, la noticia de la muerte de al menos una veintena de niñas que deberían estar bajo el resguardo del estado en Guatemala, a causa de un incendio provocado por ellas mismas como protesta contra las malas condiciones en las que las tenían en el hogar para menores víctimas de violencia.

   
     Si bien, nacemos como machos o hembras de la especie y eso lo determina la biología (los cromosomas xx o xy), es la sociedad la que nos otorga nuestro género; la que nos moldea como hombres o mujeres; la que construye las creencias, expectativas y roles aceptados. La biología es algo concreto, objetivo, natural; pero el género es una invención, es simbólico y artificial. El género hoy en día, sólo sirve para discriminar; se ha convertido en un arma para la opresión; legitima los privilegios de un grupo sobre otro y los débiles intentos por corregir esta injusticia, olvidan en dónde se encuentra la raíz del problema: en el género, esa construcción artificial. Ya lo decía John Lennon en su canción de 1972: Woman is the nigger of the world (La mujer es la esclava del mundo). Y 45 años después, las cosas no han cambiado mucho. 


     Si el ser "mujer" es lo que justifica que una persona sea maltratada, oprimida, discriminada, violada y asesinada; lo que hay que hacer es dejar de ser "mujer". Si el ser "hombre" me justifica para maltratar, oprimir, discriminar, violar y asesinar a otra persona, lo que hay que hacer, es dejar de ser "hombre". Porque si a la persona le quitamos el género, lo que queda es la persona. Y es así, y sólo así como una persona puede ser igual a otra persona. Y es así, y sólo así, que entendemos que una persona, sin importar si nació macho o hembra, tiene el derecho de amar a otra persona, sin importar si nació como macho o hembra. Entonces, lo que nos estorba es el género y habría que erradicarlo. 

     Porque los intentos de resolver una injusticia imponiendo otra injusticia, están condenados al fracaso y sólo agudizan la condición de inequidad: 1) Separar en el transporte público a las mujeres de los hombres (apartheid); 2) taxis y camiones exclusivos (excluyentes) para mujeres; 3) Cuotas de género en el senado (el que alguien pueda acceder a un puesto sólo porque es mujer y no por sus capacidades, es igual de discriminatorio); 4) Becas sólo para mujeres; etc. Todas estas medidas caracterizan a un grupo como "víctimas, indefensas, vulnerables, débiles" y al otro como "victimarios, abusivos, invulnerables, poderosos". Estas medidas perpetúan los estereotipos, fomentan la competencia entre ambos grupos, refuerzan el resentimiento y promueven la violencia de un grupo contra el otro. El aumento en los feminicidios y la violencia - ya no sólo contra las mujeres, sino también contra los grupos de diversidad sexual -  es la consecuencia lógica de absurdas, injustas e ineficientes políticas de "género". Una vez más, lo que nos estorba es el género y habría que erradicarlo. Debemos tratar a todas las personas como personas.

   Esta larga reflexión nos sirve para contextualizar la publicación del libro de Rosa Elena Velasco Ortiz: Exiliadas del cuerpo, editado por el Instituto Mexiquense de Cultura en su Colección "El espejo de Amarilis" (2009). La Subdirección de Publicaciones de lo que ahora es la Secretaría de Cultura del Estado de México, se ha caracterizado por ser la única con un programa de publicación de obra a nivel nacional. Cada año dan la oportunidad a cientos o miles de autores a someter sus trabajos a consideración para ser publicados. El proceso de selección es estricto, pues sólo los trabajos que obtiene 3 de 3 votos aprobatorios pueden ser publicados. Lo cual da la certeza de que cada libro bajo su sello, es de excelente calidad. La colección  "El espejo de Amarilis" está dedicada a publicar literatura dramática; la creación de cada libro tiene un trabajo editorial cuidado y con excelentes acabados, lo cual permite una experiencia de lectura verdaderamente gozosa.
  

     Rosa Elena Velasco Ortiz - licenciada en Ciencias de la Comunicación por la UNAM, periodista, editora, investigadora, guionista y diplomada en Creación Literaria por la SOGEM (Sociedad General de Escritores de México) - nos ofrece tres textos dramáticos en este libro: Laberinta, Tras la pared, y La protagonista - en ellos la autora nos permite adentrarnos en lo que el género hace para coartar las posibilidades de vida digna de una persona. Laberinta parece un recorrido por el inconsciente femenino: deseos, temores, expectativas y roles que la protagonista - la Muchacha - asume sin darse cuenta, sin quererlo, mientras viaja en un vagón del metro (¿metáfora de la vida?) y cómo al final sólo le esperan las consecuencias de sus decisiones: la consecución de sus deseos que sin pensarlo, ha pedido a lo largo de su vida: "Pides hoy, pides mañana, pides y pides. Y un día te escucha." Pero como al final parece darse cuenta el lector de esta pieza fársica, lo que pedimos no es siempre lo que en verdad queremos.


     En Tras la pared, la reflexión se concentra en la apariencia. No es gratuito que en la descripción de los personajes, la autora presente a la protagonista como "SOBRINA: 32 años, fea, con senos grandes." La incisiva exploración de lo que significa no responder al estereotipo social en el cual la mujer debe ser "bonita" y para lo cual hay toda una industria encargada de fomentar la insatisfacción para convertir a las mujeres en las consumidoras ideales de tintes para el cabello, maquillajes, dietas, operaciones y un larguísimo etcétera, sirve de contexto latente a esta obra de suspenso que nos recuerda a Edgar Allan Poe. Porque la Sobrina desea encontrar el amor, pero los hombres sólo la buscan como objeto de deseo carnal por sus formas voluptuosas. Una anciana escucha tras la pared el desenlace de estos encuentros en los cuales la insatisfacción lleva a la violencia y a la muerte.


     La obra que cierra el libro: La Protagonista, es otra alegoría de la vida de la mujer; en este caso, a través del mundo del teatro. Un grupo de actrices comparten camerino y se disputan el papel principal de la obra.  Pero ellas no son libres de improvisar sus papeles, deben apegarse a un libreto escrito por alguien más. Así, los estereotipos de lo que debe ser una "buena mujer" entran literalmente en escena; las actrices obedecen sin convicción y repiten las palabras que ha plasmado para ellas un escritor que ni conocen. El tono general de esta obra nos recuerda el teatro del absurdo y la carencia de sentido. Porque al final los personajes se enfrentan a la cruda realidad de una existencia cuyo único fin, es satisfacer los deseos de otro. Así, Exiliadas del cuerpo condensa la experiencia de ser mujer en una sociedad como la nuestra, pero, sobre todo, es excelente literatura dramática que puede disfrutarse y valorarse como toda literatura, leyéndola.


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