El libro vacío y el dilema del no ser
1. La sospecha
“A quien vive en
silencio, dedico estas páginas, silenciosamente.” (Vicens, 23) Con este
paratexto, comienza Vicens su obra El
libro vacío de 1958. En un principio, la dedicatoria carece de sentido. Se
vuelve enigmática y genera una pregunta: ¿Quiénes son los/las que viven en
silencio? ¿A quién le dedica Vicens esta obra? ¿Quién es su lector/lectora
ideal?
El uso del lenguaje
no permite identificar si se trata de ellos o de ellas, o de ambos. Las
palabras “A quien”, son indeterminadas; borran el género o en todo caso, lo diluyen,
lo disuelven, lo vuelven ambiguo. ¡Diablos! Ahí vamos de nuevo. ¡La sospecha!
“Esa maldita sospecha” – como dice mi mujer - que me acompaña a todos lados. Mi
padre amaba las series de detectives. Las veía cada noche antes de dormir y cuando
le preguntaba: “¿Por qué te gusta ver asesinatos?” El me respondía: “No son los
asesinatos, lo que me gusta es encontrar las pistas, ubicar al asesino y sobre
todo, descubrir el móvil. Eso es lo que le da sentido a la historia.” El móvil
– pienso - No solo quién lo hizo, sino por qué.
Quizás pueda
parecer que esto no tiene nada que ver con la obra de Vicens, pero detectives
como Auguste Dupin, protagonista de los cuentos de Edgar Allan Poe Los crímenes de la calle Morgue y La carta robada; Erik Lönnrot de La muerte y la brújula de Jorge Luis
Borges; o Guillermo de Baskerville, protagonista de El nombre de la rosa de Umberto Eco; tienen un procedimiento muy
parecido (observan la escena del crimen, generan hipótesis y finalmente,
aportan pruebas) al que se efectúa en la investigación literaria y en
específico, en la corriente neo-hermenéutica que adquiere plena difusión con Verdad
y método de Gadamer. El
objetivo de la neo-hermenéutica es penetrar hasta el sentido profundo de un
texto, pero asumiendo que la comprensión solo es posible de forma que el sujeto
ponga en juego sus propios presupuestos. Por ello no debe extrañar que mi
acercamiento a la obra de Vicens, lo haga como un detective en la escena del
crimen:
-
No hay que buscarle tres pies al gato - decía Treviranus, blandiendo un
imperioso cigarro-. Todos sabemos que el Tetrarca de Galilea posee los mejores
zafiros del mundo. Alguien, para robarlos, habrá penetrado por aquí por error.
Yarmolinsky se ha levantado; el ladrón ha tenido que matarlo. ¿Qué le parece?
-
Posible, pero no interesante -respondió Lönnrot-. Usted replicará que la realidad
no tiene la menor obligación de ser interesante. Yo le replicaré que la
realidad puede prescindir de esa obligación, pero no las hipótesis. (Borges, 1)
Como dice Lönnrot, la hipótesis puede no ser válida, pero por
lo menos debe ser interesante. Y aunque Borges parece burlarse de la
interpretación en este cuento, interpretar es un riesgo que hay que tomar para
llegar a la comprensión del texto. Cualquier detalle puede ser una pista; de
hecho, son precisamente los detalles que los demás pasan por alto, lo que
finalmente resulta decisivo en la solución de los enigmas. Bueno, por lo menos
eso es lo que pasa en la literatura y en las series de televisión como Columbo, Magnum P. I., Monk y Castle sin
tomar en cuenta las nuevas franquicias en las cuales no es solo un detective
quien resuelve los misterios, sino todo un equipo como en Bones, Criminal Minds y CSI.
En todo caso, además
del a quién dedica su obra, debemos preguntar
¿qué significa vivir en silencio y
qué es el silencio para Vicens? Una
primera conjetura o precomprensión, nos
lleva a relacionar el silencio con significados negativos, ya que lo
innombrable, lo inconfesable, lo censurado, lo prohibido, lo secreto y el tabú,
incluyen al silencio como elemento esencial. De esta manera, ¿los que viven en
silencio serían aquellos que no pueden decir lo que sienten, que no pueden
confesar lo que piensan; aquellos que no pueden expresarse con libertad; que
viven en un mundo que los condena, reprime, rechaza o ignora?
Es interesante que
la novela comience con la misma sensación de algo secreto, oculto y reprimido:
No he querido
hacerlo. Me he resistido durante veinte años. Veinte años de oír: “tienes que
hacerlo…, tienes que hacerlo”. De oírlo de mí mismo. Pero no de ese yo que lo
entiende y lo padece y lo rechaza. No; del otro, del subterráneo, de ese que
fermenta en mí con un extraño hervor. (Vicens, 25)
En el primer
párrafo del libro encontramos a un personaje escindido, pues confiesa que tiene
un “yo” subterráneo. También nos dice que ha reprimido un impulso durante
veinte años – porque “lo padece y lo rechaza” – ocultándolo en lo más profundo de
su ser haciéndolo “subterráneo”, pero que en este momento ha fermentado como un
“extraño hervor” y lo está quemando. En esa misma página encontramos la
necesidad que tiene el personaje del perdón, es decir, que se siente culpable:
“Es la única forma de hacérmelo perdonar.” El concepto de la transformación:
“Él sabría que era una transformación inexorable.” Y la sensación de impureza –
aquí se refuerza el sentimiento de culpa del personaje -: “De todos modos, creo
yo, se avergonzaría un poco de su estado; de haber llegado, cierto que sin
impurezas originales, a una especie de impureza final.” En estas primeras
líneas, percibimos a un personaje atormentado por la culpa, por sentir algo que
considera impuro y vergonzoso al grado de haberlo ocultado por veinte años. Sin
embargo, no puede reprimirlo más porque le está quemando por dentro. Eso impuro
que siente, tiene que ver con el ser;
con otro “yo”; con un “yo” que no es aceptado. “Hay algo independiente y
poderoso que actúa dentro de mí, vigilado por mí, contenido por mí, pero nunca
vencido. Es como ser dos. Dos que dan vueltas constantemente, persiguiéndose.”
(25 -26)
Si bien el tema
manifiesto parece ser un problema técnico o de creatividad propio de un gremio
específico: la imposibilidad de escribir;
el tema latente tiene que ver con un sentido ontológico más universal: la
imposibilidad de ser. Una obra como A Chorus Line – cuya trama gira en torno
a un grupo de bailarines que presenta una audición para entrar a un musical – puede conmover principalmente
a otros bailarines o actores que han experimentado esa situación, pero al resto
de la población, solo le interesa por los números musicales, pues el tema les
es totalmente ajeno. De la misma manera, si El
libro vacío hablara únicamente de la imposibilidad de escribir, solo sería
interesante para quienes se dedican a esa actividad creativa; solo un pequeño
grupo podría sentirse identificado. Sin embargo, El libro vacío parece incluir algo más y mientras leía la obra,
venían a mi mente los versos de la canción “Beautiful Boy (Darling Boy)”
incluido en el último álbum de John Lennon
Double Fantasy de 1980: “Life is what happens to you while you're busy
making other plans.” Mientras el protagonista está empeñado en sus planes de
escribir, se va deshilvanando su vida inexorablemente hacia su muerte sin que
él tenga plena conciencia de ello.
Si lo que tenemos en el texto es la narración de una vida humana, el espectro de recepción se amplía y puede generar una empatía con un grupo de lectores más amplio y diverso. De cualquier manera y siguiendo la línea de la precomprensión, me parece que es necesario introducir un elemento extraño al texto, una différance que quizás pueda aportar nueva luz a este problema. Sé que Gadamer opone la teoría de la deconstrucción (del sentido) a la hermenéutica (que busca el sentido), pero en este momento me parece útil introducir esta différance.
2. Un elemento extraño
Empezaré por
introducir un elemento extraño; uno que desencadena un efecto poderoso de
descomposición como el que se produce en el sistema anatómico de los invasores
marcianos en La guerra de los mundos
de H. G. Wells. En su novela publicada en 1898, Wells presenta el primer relato
de una invasión de alienígenas a la Tierra. El poder militar de los marcianos
con sus “trípodes” - máquinas de guerra que lanzan rayos calóricos y humo negro
- devasta los alrededores de Londres. Nada puede detener el exterminio de la
humanidad ante tan contundente demostración de superioridad bélica. Sin
embargo, cuando todo parece perdido, entra en funcionamiento un elemento
extraño y diminuto: las bacterias terrestres, que empiezan a interactuar con
los organismos marcianos. Ante esas bacterias, los invasores no tienen
inmunidad natural y finalmente sucumben.
Un caso similar (muy probablemente un intertexto), lo encontramos en la
película Día de la independencia estrenada
en 1996, en la cual, también se derrota a una raza alienígena con tecnología
superior, por medio de un virus de computadora introducido en la nave nodriza
de los invasores.
También se le
atribuye a un elemento extraño, un efecto similar en la conquista del Nuevo
Mundo. De acuerdo a las crónicas de los primeros europeos llegados a lo que
después se llamaría América, la viruela y algunas otras enfermedades
infecciosas causadas por virus y bacterias a las cuales los habitantes
americanos no tenían inmunidad, causaron una enorme mortandad influyendo en el
desarrollo de los hechos que desembocaron en la dominación europea del Nuevo
Mundo. Uno de estos casos es el del penúltimo tlatoani Mexica y artífice de la
derrota de Cortés en la llamada “Noche triste”: Cuitláhuac, quien sucumbió
presa de la viruela.
El elemento extraño
en ambos ejemplos (en el primero, las bacterias y en el segundo, el virus)
genera una descomposición, un mal funcionamiento, una crisis del sistema que
desemboca en la destrucción y la muerte. En ambos casos, el elemento extraño es
introducido de forma azarosa y contingente. Pero ¿qué pasaría si se introduce
de forma deliberada? En ese caso entraríamos a un nuevo escenario: el de las
armas biológicas o bacteriológicas que principalmente se valen de bacterias,
virus y toxinas. Un ejemplo de este tipo de agentes extraños utilizados de
manera deliberada como arma es el ántrax. El cine de acción norteamericano se
ha valido de la idea de las armas bacteriológicas para desarrollar varias
historias; entre las más conocidas están la saga de Resident Evil en la cual la
acción gira en torno a un peligroso virus que ha sido liberado (no es claro si
por error) por la corporación Umbrella
y que transforma a los humanos infectados en zombis. En Misión Imposible II (2000), el peligroso virus “Quimera” está en
poder de terroristas quienes intentan lanzarlo sobre Australia. Otro ejemplo es
la película de 2006, Ultravioleta, en
la cual el virus “Hemoglófago” es responsable de infectar a una parte de la
humanidad causando síntomas parecidos al vampirismo.
Si estos elementos
extraños utilizados de forma deliberada se transforman en armas, la “a”
propuesta por Derrida en su conferencia “Différance” pronunciada en 1968 ante
la Sociedad Francesa de Filosofía, parece cumplir el mismo propósito. ¿Por qué Derrida utiliza la letra “a” como un
elemento extraño? ¿Por qué Derrida se propone generar “una suerte de gran falta
de ortografía (…) una falta contra la ley que rige lo escrito y el continente
en su decencia”? (39) ¿Qué sistema “enemigo” se propone infectar Derrida con su
letra “a” fuera de lugar?
Derrida desarrolla
su différance no como una estrategia
militar de guerra bacteriológica, sino como una estrategia de lectura en contra
de lo más irreductible de su época: el pensamiento dogmático y las certezas
aceptadas como un canon. Con la introducción del elemento extraño (“a”), la
palabra différence se contamina de ambigüedad. Así, construye algo que no
existe, un neografismo, que no es “literalmente, ni una palabra ni un
concepto.” (39) Le otorga una doble
valencia que naturalmente no posee, primero como diferencia, polémica, no estar
de acuerdo, que pone en crisis al lenguaje y cuestiona las certezas; y segundo,
le propone un rodeo temporal en el sentido de diferir, retrasar, posponer y
postergar. El efecto del elemento extraño en el tejido del lenguaje es similar
al causado por bacterias y virus en el organismo de los marcianos y del
tlatoani Cuitláhuac: produce un entramado de diferencias y la posibilidad de
nuevas lecturas.
Siguiendo en el
juego de diferencias, precomprensiones y pistas, podríamos introducir un
elemento extraño al texto de Vicens; que dicho sea de paso, al ser merecedor del
premio Xavier Villaurrutia, ha sido cargado de un velo de “autoridad” casi
dogmático que entorpece nuevas lecturas. Por tal motivo, propongo sustituir la
palabra escribir por la palabra ser probando si esto nos ofrece una
nueva posibilidad de lectura del contenido latente en el texto: “No (ser). Nada
más. No (ser). Ésa es la fórmula.” (27) “Así, para poder (ser) algo, tuve que
mentirme…” (32) “(Soy) para mí, no para los demás, y por lo tanto puedo relatar
lo que quiera…” (32)
Si el sentido
profundo detrás de la palabra escribir es la imposibilidad de SER del personaje, parece inevitable
relacionar este inicio de la novela con la obra de Stevenson El extraño caso del Doctor Jekyll y el Señor
Hyde publicado en 1886. El doctor
Jekyll inventa un brebaje que le permite dividir su personalidad y
transformarse en todo aquello que ha reprimido a lo largo de su vida pero que
secretamente ha deseado hacer. La satisfacción del placer que le produce su
personalidad secreta es tan grande que va tomando paulatinamente el control de
su vida.
La obra de Vicens presenta este mismo
desdoblamiento, esta escisión de manera metafórica en los dos cuadernos: en el
primero está su vida pública, lo aceptado, el “yo” represor que vive un rol
social como “hombre”, padre de familia, esposo y burócrata. Sin embargo, la voz
narrativa presenta inconsistencias porque a pesar de lo que parece evidente –
que el narrador es un hombre - hay momentos dispersos a lo largo del texto en
los cuales la voz narrativa suena femenina: “Mi abuelita me decía unas cosas
que (…) me gustaban, (…) siempre me comparaba con flores. (…) -¡Mi rosita de
Castilla, mi rosita de Jericó, mi botón de rosa!” (Vicens, 39- 40) Si aislamos
este pasaje, parecería más relacionado con un personaje femenino, pues las
flores se vinculan con la belleza efímera y la belleza es el valor
estereotípico más comúnmente asociado con el rol social de la mujer. Otro
elemento típicamente relacionado con la mujer y del cual la mercadotecnia ha
hecho el objeto de sus campañas en miles de productos como maquillajes,
mascarillas, cremas, productos de limpieza, dietas, etcétera, es la insatisfacción de la mujer con su
cuerpo: “No me gusta mi cuerpo: es débil, blando, insignificante. No me gusta.”
(57) Más adelante encontramos algunos momentos en los que el personaje se
relaciona con sus hijos y la manera como se expresa de ellos: “No es que
deseara contar mi vida cronológicamente, con su raíz y sus frutos, (…)
terminándolo con mis hijos prendidos de la mano.” (43) “No es una novela, hijo
mío, ni acaba bien.” (54) “Lorenzo está enfermo otra vez. ¡Qué haré, qué haré
con esa criatura! (…) Me parece que soy responsable de un mal reparto. Acabamos
de inyectarlo y darle un baño para que baje la fiebre. ¡Qué raquítico, qué
indefenso! Se le señalan todos los huesos.” (88) Los hijos, son otro elemento fuertemente
vinculado con la mujer en su rol de madre pero sobre todo, la manera de
expresarse también, nos remite a una voz femenina. La ambigüedad está latente a
lo largo del primer cuaderno a pesar de que el narrador se empeña en reprimir su
diferencia. El segundo cuaderno, representa lo reprimido; lo inconfesable; lo
innombrable; lo clandestino; lo vergonzoso; lo que no es capaz de confesarse a
sí mismo; por eso está vacío. Solo existe en potencia, pero el personaje no
tiene el valor para llenarlo.
Mientras en la
novela de Stevenson, el personaje recurre a un elemento extraño, un brebaje
para liberar este “yo” reprimido, el protagonista de El libro vacío, lo intenta por medio de la escritura como un
intento de sublimación del deseo reprimido; sin embargo, no tiene el valor, la
escritura no funciona para él como la fórmula del doctor Jekyll. Y mientras el
doctor Jekyll tiene la fuerza de un héroe trágico que se revela contra los
valores de una sociedad coercitiva y los desafía para vivir plenamente, José
García es un personaje mediocre más propio de la pieza como los personajes
Vladimir y Estragón de la obra de Samuel Beckett Esperando a Godot. Se hace consiente de que no es lo que él desea,
pero no tiene el valor de revelarse contra los roles sociales y asumir el
riesgo que implica aceptarse. Duda todo el tiempo como Hamlet entre ser o no
ser y posterga su decisión como el protagonista de Así que pasen cinco años de Lorca: “Esa luz, ¡qué fastidio! En fin,
voy a acostarme y a seguir pensando. Tengo que encontrar esa primera frase.
Tengo que encontrarla.” (219)
De acuerdo a esta
lectura, la “luz” parece ser su conciencia que le dice: “tienes que hacerlo…,
tienes que hacerlo.” Pero él sigue en la negación: “¡qué fastidio!” y solo
sigue postergando: “Tengo que encontrar esa primera frase. Tengo que
encontrarla.”
3.
Estereotipos
Un pequeño paseo por la red
nos muestra que Josefina Vicens parecía tener una idea muy clara sobre los
roles sociales y la diferencia de género en el México de mediados del Siglo XX.
Si nos guiamos por el mundo que Vicens plasma en su novela, podemos observar un
universo muy similar al victoriano en el cual se desarrolla la novela de
Stevenson. Es interesante que la mayor parte de los personajes femeninos no
tengan nombre, esto sucede con los personajes que corresponden a la expectativa
de rol social que podríamos llamar las hijas de Eva (esposas y madres), sin
embargo, las perturbadoras, las que simbolizan o exaltan la potencia sexual que
podríamos llamar las hijas de Lilith (las amantes del hijo y del protagonista),
sí tienen nombre.
A su vez, la expectativa del padre y los miedos de la madre del protagonista lo obligan a abandonar su idea de ser marinero. Pero no es eso lo que lo atormenta; porque lo que está en el subsuelo, es inconfesable y vergonzoso. Entonces, muy probablemente tenga que ver con esa ambigüedad masculino/femenina que se percibe en la voz narrativa; es decir, una vez más, con la inclinación sexual o con estar fuera del rol social aceptado. También la autora tenía un comportamiento ambiguo en su vida. En nota aparecida en la edición electrónica del diario Milenio del 24 de noviembre de 2011 encontramos:
Pero son menos los que saben que tiene algunos
paralelismos con otro tabasqueño, el poeta Carlos Pellicer (…), por ejemplo,
que uno tuvo novia y la otra se casó con un amigo homosexual para ayudarlo a
conseguir un pasaporte.
También la edición
electrónica de Letras libres dice:
Tiene la voz ronca,
grave. Fuma. Tiene el pelo corto, ondulado. Se viste como hombre: pantalones,
blusa blanca abotonada hasta el cuello. (…) Le gusta leer. Es burócrata. (…) Se
casa a los veinticinco años con José Ferrel, dura un año su matrimonio.
Talvez entonces, no es
casual que todos sus seudónimos o alter egos fueran hombres: Pepe Faroles, José
García, Diógenes García; esto apunta a que el tema de ser diferente y de vivir al margen de los estereotipos sociales, le
era cercano.
Finalmente, me parece que Vicens dedica su obra a todos aquellos que sienten que no pueden SER libremente, porque sienten culpa, vergüenza y temor del rechazo social y que Vicens les muestra en su novela lo que puede pasar si no tienen el valor de aceptarse y tomar el riesgo de vivir plenamente de acuerdo a sus inclinaciones. Aunque es cierto que en la actualidad, la tolerancia hacia las distintas inclinaciones sexuales se ha extendido de manera importante, aún hay mucho miedo a la diferencia. El libro vacío parece ser una metáfora, pero no de la escritura, sino de la vida en la clandestinidad. El segundo cuadernillo parece representar la posibilidad abierta de los que viven en silencio, pero que quizás, en algún momento, tengan el valor para expresarse en libertad.
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