68 en el teatro
Ha pasado poco menos de medio
siglo desde los hechos violentos del 2 de octubre en Tlatelolco. Desde
entonces, mucha tinta ha corrido en reportajes, novelas y libros. Pero el
impacto de estos sucesos no fue ajeno al teatro. Por eso, no es casualidad que
se editara una antología del Teatro del 68 con 13 obras representativas de este
período de la historia nacional. La edición de Tablado Iberoamericano a cargo
de Felipe Galván y publicado en Puebla en 2002, muestra un panorama diverso y
heterogéneo, no solo en las visiones sobre los hechos, sino también en lo
referente a los estilos de los autores.
En La fábrica de los
juguetes de Jesús González Dávila estrenada solo dos años después del
holocausto en la Plaza de las Tres Culturas, el autor presenta un microcosmos
cerrado, decadente y ruinoso en el que la fábrica, funciona como una alegoría
del sistema vigente en nuestro país. De esta manera y utilizando recursos
estilísticos que nos recuerdan el Pedro
Páramo de Rulfo, González Dávila divide a sus personajes en tres grupos
simbólicos: el primero, denominado “Los Expectantes”, está formado por los
fantasmas de los jóvenes muertos ese 2 de octubre y que están atrapados en el
interior de la fábrica. En el segundo, “Los Niños”, están Rey y Reina, que
parece representar a esa clase social privilegiada que se beneficia del
desastre ajeno y para la cual, la fábrica resulta el proveedor de sus juguetes. El último grupo lo forman “Los
Adultos”, que están atrapados en sus culpas o bien porque colaboraron directamente
en la masacre como Don Ramiro (las fuerzas represivas del sistema), o porque
cerraron los ojos como Doña Rosa (sectores conservadores de la Iglesia).
La obra está cargada de una visión revolucionaria en la cual,
la solución viene del exterior: una maquinaria pesada y poderosa (¿Un sistema
socialista?), que comienza a demoler la vieja y anquilosada fábrica- sistema, liberando a los
“Expectantes” y sepultando entre los escombros a los “Niños” y a los “Adultos”,
que de acuerdo a la visión del autor, no merecen ser salvados.
De
esta manera, La fábrica de los juguetes
muestra la decepción del autor hacia las instituciones, su indignación por la
violencia y un llamado a la sociedad para no permanecer callada ante la brutalidad
y la injusticia.
Otra de las obras de la antología es Rojo Amanecer, adaptación de la película homónima de 1989 escrita
por Xavier Robles y Guadalupe Ortega. La obra nos presenta un ambiente
totalmente diferente al de La fábrica de
los juguetes. Si el universo de González Dávila es onírico y simbólico, el
de Robles y Ortega es realista.
La
acción de Rojo Amanecer se desarrolla
también en un interior, en este caso, un departamento de Tlatelolco. Los
personajes son una familia de clase media que al contar con dos jóvenes
estudiantes, queda involucrada en los hechos del 2 de octubre. El lenguaje es
cotidiano y presenta personajes complejos que facilitan la identificación del
lector y la empatía con las decisiones que van tomando. Conforme avanza la
trama, los personajes – y el lector - van tomando conciencia de la gravedad de
la situación, de la violencia desmedida y de la injusticia cometida. La contundencia del sangriento final – de ahí
el nombre de la obra - invitan a la reflexión del lector que no queda
indiferente ante los hechos.
Finalmente 68: las heridas y los recuerdos de
Miguel Ángel Tenorio es una obra que ve los acontecimientos con 30 años de
distancia y más que concentrarse en la violencia del 2 de octubre, muestra el
impacto devastador que los hechos tuvieron en la vida de dos jóvenes
enamorados. En el momento más álgido del conflicto estudiantil, los personajes
son adolescentes e idealistas. Su relación se ve interrumpida como consecuencia
de la tensión social y sólo se reencuentran 30 años después cuando sus vidas ya
están marcadas por matrimonios fallidos y la decepción.
Aunque
estas tres visiones en torno al tema del 68 son muy diversas, coinciden en una
sensación de amargura ante el trauma que representó el violento despertar del 3
de octubre y la esperanza de que el testimonio de los hechos es la única
defensa para evitar que se repitan.
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