El gesticulador o el dilema entre ser o parecer





En días pasados fui testigo de una noticia sorprendente: quien fuera el portavoz y principal figura ideológica del Ejercito Zapatista de Liberación Nacional, el Subcomandante Marcos, dejó de existir tras 20 años de su primera aparición en enero de 1994. El deceso no fue provocado por una emboscada o heridas en batalla, sino por su creador, un profesor universitario convertido en revolucionario: Rafael Sebastián Guillén Vicente, quien en un comunicado anunció la muerte de su personaje, alter ego o avatar, por considerarlo una “botarga” que no cumplió con las expectativas de los indígenas de Chiapas.

Mientras leía la noticia pensé en la asombrosa relación entre la realidad y la literatura, y me pregunté: ¿quién imita a quién? En la obra de Rodolfo Usigli, El Gesticulador estrenada en 1947, un modesto profesor universitario llamado César Rubio, tras varios años de ejercer su profesión con un sueldo insuficiente para mantener a su familia, se ve obligado a regresar a su pueblo natal en el norte del país. En el momento de más profunda decepción, toca a su puerta un profesor norteamericano: Oliver Bolton, interesado en investigar sobre un héroe de la Revolución llamado como él, César Rubio.

Por primera vez el modesto profesor de historia de México siente que su conocimiento es valorado pues Bolton está dispuesto a pagarle una gran suma de dinero por información. Pero a Bolton no parece interesarle la verdad simple y llana, sino una historia sorprendente y emocionante que sea  verosímil. César Rubio entiende que la apariencia es más valorada que la verdad. Así es como, casi sin darse cuenta, queda inmerso en un juego de roles donde parecer es más valorado que ser y en el cual es confundido con el héroe revolucionario al grado de ser encumbrado como candidato a la gubernatura de su estado.

Aquí es interesante recordar lo que el líder zapatista dice en torno a su nombre: “Marcos es el nombre de un compañero que murió, y nosotros siempre tomábamos los nombres de los que morían, en esta idea de que uno no muere sino que sigue en la lucha.” Y podemos preguntarnos si el líder zapatista se inspiró en la obra de Usigli en la cual el profesor de historia toma el papel de su homónimo, el revolucionario muerto para intentar continua con su ideario.

Si te interesan las relaciones entre la realidad y la ficción, te invito a leer El Gesticulador de Rodolfo Usigli, una de las obras cumbres de la dramaturgia mexicana y que a pesar del tiempo transcurrido desde su estreno, sigue teniendo una asombrosa y triste vigencia pues no solo cuestiona la realidad política nacional, sino también, nuestro comportamiento cotidiano. Es revelador lo que Rafael Sebastián expresó en una conferencia antes de convertirse en Marcos: “ojalá los mexicanos pudieran levantarse una mañana sin la necesidad de una máscara para vivir y amar.”
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